lunes, 11 de marzo de 2013

Ser "buenas mamás" y "buenos papás" (Parte I)



                                                                   
Hace ya casi un año, en una conversación con un amigo que es colega de profesión, sobre la paternidad y la maternidad yo le decía que me preocupaba ser buena madre, y que por ello llevaba mucho tiempo leyendo, formándome en diferentes aspectos sobre crianza y maternidad. Él me decía que él no sabía si hubiese sido padre, si hubiese sido un "buen padre", de lo que sí estaba seguro es de que hubiese sido un padre muy cariñoso (de lo que estoy segura, pues es una persona que transmite mucho afecto a quiénes quiere). Recuerdo que me decía que antes era muy fácil ser padre: el padre que no se ocupaba de sus hijos a nivel educativo, ni afectivo, que sólo tenía que traer un sueldo a casa, y que dejaba el cuidado de sus pequeños a cargo de la madre. Que ahora los padres han de ser "buenos padres", sienten la necesidad de estar para su pareja, de compartir en casa (no ya ayudar a la mujer, sino compartir tareas en igualdad) de aportar profesionalmente, de estar al cuidado emocional de sus hijos, de no ser autoritarios (como en generaciones pasadas como la de su padre o el mío), que han de saber escuchar... 

Efectivamente, yo también considero que ésta no es una tarea, o no son tareas fáciles de compaginar y de desarrollar, menos cuando hemos sido criados por una generación anterior, con una forma de pensar, sentir, unos valores, y una forma de hacer totalmente diferente, en la que los padres lo eran más por su aportación biológica a éstos, que por su estar con ellos acompañándolos en su día a día.

Todo lo anterior me recuerda a un artículo que leía esta mañana, de CESIGUE GESTALT, en el que publican un artículo de 1.994, hablando de el "El nuevo hombre argentino (Parte I)", pero que bien podría estar refiriéndose no sólo al hombre argentino, sino a otros hombres del mundo occidental no hace demasiadas décadas. Artículo que me parece interesante especialmente por la reflexión que hace sobre la dificultad de adaptarse a los rápidos cambios de mentalidad. Quiero traeros aquí su última reflexión:



El rol masculino solía implicar responsabilidades y tareas bien delimitadas. Se daba por sentado que el hombre era el más fuerte de la pareja y se esperaba que actuase en consecuencia. No siempre era fácil, pero las condiciones eran claras. Hacia lo mejor que podía.

Se vuelve más complicado cuando el marido debe tener una profesión y ganar dinero, a la par que se le exige que sea más padre de familia que nunca. De su esposa se espera que trabaje y, con suerte, siga una carrera, pero sin dejar de ser a la vez tan madre como siempre.

¡Con razón la institución del matrimonio está en crisis!



La  conversación que os mencionaba mantuve con un compañero de profesión,  me viene ahora al recuerdo y se me hace más significativa a partir de un momento ... tras haber participado en la I Jornada de Actualización en Muerte Gestacional y Perinatal, al haber escuchado a Alejandro Busto Castelli, y al sentir la importancia de la paternidad en hombres de mi entorno personal, como por cuestiones profesionales. 

El hombre, en esta última generación, de personas alrededor de los 40 o 30 años, cuando forman una pareja, ha pasado a modernizarse, y asumir tareas diferentes, en la mayoría de los casos, que antes estaban reservadas especial o únicamente (en algunos hogares) a la mujer. Produciéndose así ya un cambio en el concepto de qué busca la mujer en un varón cuando piensa en el tipo de persona con la que desearía compartir su vida.

Además, en muy poco tiempo, la mujer también se ha modernizado. Ahora muchas de nosotras no somos exclusivamente amas de casa, sino que hemos elegido desarrollar una carrera profesional, e incluso después de haber tenido uno o varios hijos, también continuamos con ésta, sea por satisfacción y vocación hacia nuestra profesión, o por pura necesidad económica para mantener los gastos que se han generado al formar la familia. 
Posteriormente, cuando tenemos hijos, muchas mujeres no nos dedicamos única y exclusivamente solo a cuidarles. Y cada vez más mujeres buscamos parejas en las que el criar a nuestros pequeños, no sea sólo cuestión de la madre, sino que deseamos un padre activo, implicado emocionalmente, más allá de cambiar pañales, o de llevar el carricoche, o de que juegue con nuestro hijo. Es decir, buscamos un padre que quiera aportarnos emocionalmente a nosotras, que nos apoye en la crianza de nuestros hijos, que esté presente para nuestro hijo, que en el día a día pueda aportarle a nuestros hijos un vínculo especial y significativo, como el que nosotras desarrollamos desde el inicio, con nuestro bebé. 

Todo esto no es fácil. Conlleva un cambio de mentalidad, si anteriormente estos hombres, cuando fueron niños, no fueron educados así, a través de la presencia y el sostén emocional de sus padres, con la figura paterna como un referente de paternaje afectivo, seguro (no sólo como una figura de autoridad, cuando no de autoritarismo en algunos casos) y de crianza, les será difícil de repente, por tener a su hijo, convertirse en un tipo de padre en el que esta paternidad no se vea influida por la que él mismo recibió y por cómo fue él, cómo es él, como hijo de sus padres. 

Lo que os expongo arriba, me recuerda a dos artículos escritos por el Psicólogo Alejandro Busto Costelli, en su blog de Psicología CEIBE, el primero titulado "El perro verde. El rol del padre en la crianza". 

Más abajo os reproduzco este post, que recomiendo  especialmente por el visionado del vídeo que el experto ha colgado en esta  entrada, "En busca del perro verde. El papel de los padres dentro de la crianza respetuosa", con una conferencia sobre el tema, en la que habla de la existencia de tres tipos de padre y de ejercer la paternidad:
1) padres ausentes: que su forma de aportar es más a través de lo económico;
2) padres modernos o modernizados que cambian pañales, aportan un cuidado ocasional en darles el biberón, o en jugar con ellos, llevar el carrito, aunque en el fondo su motivación, no consciente, es más un reconocimiento social asociado a esta paternidad, y les queda aún para llegar a ser un tercer tipo de papas; 3) papás que están activa y emocionalmente implicados en su rol como padres: son el sostén emocional de las madres, el contenedor emocional de éstas, su figura de apoyo para poder ejercer una maternidad en la que éstas, las mamás, no se sientan solas emocionalmente, sino acompañadas por sus parejas, que son padres que apoyan activamente la lactancia materna a demanda, que están presentes emocionalmente para sus hijos, y que han hecho de la crianza paterna, de su paternaje, un rol esencial en su vida en el día a día de éstos, que disfrutan con su paternidad, totalmente implicados en la misma, que pueden disfrutar del colecho, como una experiencia que sienten maravillosa.


En cierta ocasión le ofrecí a una mamá que acababa de montar una ludoteca, la posibilidad de dar unas charlas o talleres a parejas, con el fin de ir promoviendo una cultura de crianza positiva, con apego, empezar a hablar de como construir autoestima sana en los niños.

El proyecto de esta ludoteca era y es hermoso, una Mamá que había esperado tres años largos para montar su sueño, un proyecto educativo distinto, alejado del concepto parking de niños, “usted vaya de compras, que nosotros se lo miramos”. Lo había hecho así, para ofrecer a su pequeña una lactancia prolongada, una presencia permanente, una madre comprometida con una manera diferente de hacer las cosas.

Habíamos llegado hasta allí buscando un lugar para compartir con nuestros peques sin tener que dejarlos solos, o mirarlos a través de un cristal como en la mayoría de los parques de bolas de Madrid.

Ella me agradeció el ofrecimiento, me miró y con mucho respeto me dijo que no le parecía muy procedente que un hombre diera estas charlas.

Pregunté algo tímido cual era la razón por la que ella opinaba así. Ella me explicó que sus clientas eran Mamás que en general no contaban mucho con sus parejas para la crianza. Ellas habían dejado sus trabajos, ellas buscaban lugares como esos, ellas llevaban y traían, ellas siempre ellas.

Me confesó con la boca pequeña que “el hombre” muchas veces era el enemigo. A mí me sonó fuerte, y siendo honestos diré hoy aquí, que me dolió.

Intente replicar, ofrecí el contundente argumento por lo menos para mí, que si precisamente un hombre hablaba a otros hombres de maneras diferentes de vivir la paternidad…me interrumpió.  -_Alejandro! Chico…es que tú eres un ¡perro verde! Acorralado mencioné a Carlos González... _ “pues ya sois dos” dijo ella con una amable sonrisa.

Recordé mi masculina soledad entre mujeres embarazadas, en cada ecografía que hicimos. Mi solitaria presencia entre mamás en las clases de estimulación temprana a las que llevamos a Nico y Candela, la cara de mis compañeros cuando les dije que dejaba el trabajo y me iba de excendencia con Olga y los niños… de pronto aquella Mamá tenía razón.

Estoy absolutamente convencido que sólo es una percepción, que hay muchísimos hombres que están viviendo la paternidad desde un lugar contracultural. Papás que lamentablemente viven proscritos por sus iguales, que a veces no encuentran los canales o se sienten raros, diferentes, fuera del sistema.

En mis cursos y talleres, cuando por mis comentarios y ejemplos, los participantes perciben que este psicólogo no les va a recomendar a Estivill ni a Supernanny, se acercan tímidamente a compartir su experiencia. “Creo que a ti, te lo puedo contar…”. “Tu si me vas a entender…” y comparten que duermen con sus hijos, que han sido parte activa de lactancias prolongadas, que les cogen y abrazan cada vez que lo sienten, que su vida gira en torno a sus hijos.

Me invade un profundo sentimiento de tristeza y rabia cuando compruebo que esta sociedad machista, resultadista y enferma arrincona a hombres y mujeres, a los que confunde con recetas mágicas de crianza, buscando perpetuarse una y otra vez, al servicio de multinacionales de leche en polvo y oscuras maniobras farmacéuticas.

Ese gusto por ser parte de lo que hace todo el mundo, ese gusto por no ser señalado, lleva a Mamás que lactan con hijos “mayores” a esconderse o taparse, a parejas que practican el colecho a ocultarlo y vivirlo con culpa, la misma estúpida inmovilidad que nos lleva a callarnos en ciertos hospitales, cuando nos roban el parto de nuestros hijos.

Así hemos permitido que resulte normal ir a dar a luz y que nos maltraten, nos cesaré en porque sí, rajen a nuestras mujeres y nos roben a nuestros hijos horas y horas, con supuestos criterios médicos, que incluyen darles biberón, calor de lámpara halógena y roce de cuna plástica, mientras su Mamá desespera en una innecesaria sala de reanimación (la mayoría de las veces) y su Padre deambula ridículo consumiendo café por las plantas del hospital. 

Madres y padres tenemos una gran responsabilidad en provocar un cambio social, un giro radical. Ellas lo están haciendo, inundan foros y blogs, están presentes en libros y conferencias. Difunden, protestan y con o sin sus parejas han emprendido ese cambio.

Sin embargo nosotros los hombres tenemos tarea. En nuestra mano está la posibilidad de ofrecer un referente modificador a otros hombres. Escribimos poco, asistimos poco a conferencias y talleres, trabajamos demasiado en otras cosas y seguimos siendo parte de la cultura que nos ha traído hasta aquí. Seamos honestos. Hemos sido los enemigos, los ausentes, los que pasábamos por ahí. Digamos basta. No llega con ser un Papá moderno que cambia pañales y da el bibi cuando se lo piden. Hace falta algo más.

Estos perros verdes que aparecen entres mujeres dedicadas en cuerpo y alma a nuestros hijos, muchas veces cansadas y superadas por la maternidad exclusiva, deben ser el apoyo y contención emocional necesario para Mamás en postparto, proactivos en la crianza y en la educación, defensores rabiosos de la lactancia a demanda y prolongada en el tiempo y activistas del colecho como una de la más maravillosas experiencias que la paternidad nos ha ofrecido. Dormir y acunar el sueño de nuestros hijos.

Rompamos las puertas de ese armario social y cultural, para recordar y recordarnos que en crianza y educación, el amor es la única estrategia. Sin recetas, sin métodos, con el corazón. La única y definitiva estrategia.



En otro artículo, aparte, os hablaré de dos puntos mencionados en este post: la lactancia materna a demanda, y prolongada en el tiempo y el colecho, para poder dedicarle un espacio específico a estos aspectos de la crianza, profundizar en ambas prácticas y revisarlas en determinados casos, no como formas de crianza  recomendadas a nivel genérico. 



El segundo de los artículos que os mencionaba de Alejandro Busto Costelli, hace referencia a la construcción de la identidad de padre. Aquí reproduzco parte del artículo "El otro nacimiento: Construyendo un Mapá", pues me resulta especialmente interesante lo que he destacado sobre su texto, referente a  cómo para construir la identidad de padre (también sería el caso de la madre), éste ha de cuestionarse primero el tipo de hijo que ha sido, que es, y cómo a partir de ahí tener en cuenta el tipo de padre que quiere ser. 
Resalto que para llevar a cabo  lo anterior  en ocasiones hace falta ayuda terapéutica, que permita al padre  contar con una guía profesional con la que trabajarse, cuando descubre bloqueos, asuntos inconclusos, o la persona se encuentra enganchada a necesidades no satisfechas por sus padres en su infancia, y que le hacen estar más pendiente de, aún de adulto buscar satisfacer éstas, que de poder asumir su infancia, elaborarla, y darle al hijo lo que quizás no recibió por ausencia/falta o cómo no darle aspectos que sí recibió y le fueron dañinos,  y que llegue a darse cuenta que es importante que su hijo/a sí lo reciba o todo lo contrario, y así comenzar a asumir su rol de padre (o de madre) una vez trabajadas las sombras que aparecieron asociadas a su paternidad (o maternidad).  
Os recuerdo el magnífico libro "La maternidad y el encuentro con la propia sombra", de Laura Gutman, y os matizo  que estas sombras no son sólo exclusivas de la madre al ejercer su maternaje, sino que un padre implicado activamente en la crianza de su hijo, también podrá necesitar trabajarse sus propias sombras surgidas a raíz de la asunción de su función de paternaje. 

Os transcribo los párrafos iniciales de esta entrada del Blog de Psicología CEIBE, como forma de invitaros a padres y madres, a reflexionar sobre el proceso de la formación de la identidad de padre (que irremediablemente influirá en la relación de padres en la pareja mamá-papá y en la satisfacción por parte de ambos miembros no sólo con su relación con su hijo, sino también con su pareja, ahora que además han pasado a conformar una familia o tríada familiar, si es el primer hijo). 


Estábamos a mediados de abril del año 2007, a poco más de un mes del nacimiento de Nicolás, nuestro primer hijo.
Yo me afanaba en los ratos libres que me dejaban los cursos, por arreglar el parterre del fresno centenario del jardín.

De pronto mi suegra que me miraba entre cansada y atónita me dijo: .-
“¿Por qué no dejas eso para las vacaciones que te van a dar ahora?”

El concepto vacaciones al que se refería mi suegra tenía que ver con que fui de los primeros “afortunados” Papás que gozó de 15 días de permiso de paternidad.

La respuesta me salió del alma: .- “¿Ah si? Y entonces quien se va a ocupar de Nico, ¿si yo soy el jardinero?” Con toda la naturalidad que le ofrecían años de cultura incuestionable me dijo: .-“tu mujer y yo”añadiendo un sonoro: .-“claro”.

Claro para ella, para mi suegro, la vecina octogenaria de enfrente y quizá para mucha gente, hombres y mujeres, de este y otros tiempos. Para mí: oscuro. Muy oscuro.

La anécdota no sólo me conecta con el rol de los Papás en la crianza y educación de sus hijos, un tema que ya abordamos en “El perro verde”, sino con mi propio desarrollo como Padre, es decir mi nuevo nacimiento.

¿Y entonces cuando nací? Hasta la llegada de Nicolás parecía fácil esa respuesta. Sigue siéndolo si atiendo a mi nacimiento como hijo. Hace 44 años nací como hijo de mis padres.

De la misma forma que tengo una guitarra hace muchos años y no soy guitarrista, el nacimiento de Nicolás  no me convirtió en Papá. Mi nacimiento como Padre es mucho más vago, quizá se comenzó a gestar meses después, al hilo de una reflexión de la Mamá de Nico y Candela.

(Al hablar de su mujer, Olga F. Carmona,  dice): Psicóloga brillante y Madre consciente, a raíz de mi enésimo cansancio, queja y falta de conexión con Nico, me dijo: .- “¿que es lo que estás esperando para convertirte en padre?”. Ante mi falta de respuesta y mi rostro, ciertamente de enfado, añadió que no lo iba a conseguir así como así,  si antes no cuestionaba el hijo que era. Saber que hijo fui, que hijo soy, para aprender a ser Padre. Dejar morir ese rol de medio hermano mayor de Nicolás, para nacer como Padre. Duro.

No, no me había convertido en el jardinero de la casa, pero tampoco en Padre.
No como me siento hoy, cerca de los 4 añitos de Nicolás y con mi Hada Candela revoloteándome y trayéndome una y otra vez a mi lugar.

Dicen que mi Padre nunca cambió un pañal, así que yo parecía haberle superado pese al desastroso primer intento con aquel meconio rebelde pegado al culo de Nico y a mis dedos. También superé el hito del baño y el darle de comer su puré y el de dormirle en brazos.

Y así pasito a pasito. Dormir juntos, aprender a respetarle como ser humano individual y diferente, preguntar que sentía cuando se golpeaba, en vez del manido .-“no ha sido nada”, cuestionar limites absurdos: .- “eso no se hace” y ni siquiera saber por qué.




*Nota : 
Con "buenas mamás" y "buenos papás", en el título de este post, me refiero al concepto de "madre suficientemente buena" de Winnicott y que yo aquí me permito la licencia de extrapolarlo a un posible "padre suficientemente bueno". Y lo uso como forma de introducir el concepto de una nueva forma de ejercer la paternidad, de forma activa, implicada emocionalmente, siendo el apoyo emocional de la madre, participando en la crianza afectiva del hijo o de la hija y convirtiendo este rol del padre en una función asumida voluntaria, conscientemente, y por tanto, poniendo toda su consciencia en ella. 
Es lo que Alejandro Busto titula en su artículo "El perro verde". Una nueva forma de paternidad, diferente, llevada a cabo por padres que efectivamente la ejercen, alabada y defendida sus parejas, y en ocasiones reivindicadas por otras madres, que sin disfrutar de ellas con su pareja, con el padre de sus hijos, la desearían y se la solicitan a éstos,  sin ser entendidas por ellos, en su necesidad de que así sea para ellas y para su hijo/a. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...